Una de
las características más sorprendente de esta época, es que cada vez
existe menos tiempo disponible para no hacer nada, una nada entendida
como ese momento de soledad donde nos enfrentamos a los pensamientos
propios, a las experiencias que incorporamos a nuestro bagaje
personal y que nos permiten formar una identidad propia y definir una
posición personal frente al mundo. La irrupción de dos fenómenos
han cambiado todo: la tecnología y la desaparición de los polos
ideológicos.
La
primera, en todas sus formas posibles, desde la omnipresencia (por
medio de la comunicación a través de dispositivos móviles) hasta
la fabricación personal (comprar una impresoras 3d ya no es una
utopía), ha permitido generar un mundo denso, donde la interrelación
es tan fundamental como el ansia de la diferenciación en el universo
de individuos que intenta destacar sobre sus pares. La posibilidad de
la comunicación mundial, de los medios de distribución a través de
las redes sociales y de la fabricación no solo de contenidos, sino
de objetos a costos de economía doméstica, genera cada vez más
presión en las personas a quienes no les quedará más opción de
seguir “estirando” el único recurso disponible: su tiempo.
La
segunda nos presenta un mundo plano, definido en los ejes de la
libertad y la democracia, de los valores de un mundo capitalista que
nos indica que la creación y el intercambio de valor son las
variables fundamentales de un mundo sin fronteras. Como nunca,
tenemos la oportunidad de vincularnos con quienes queramos.
Con
esta presión y escasés de tiempo, tratamos de picar lo que queda,
ya sea en la luz roja, en el traslado del taxi o la micro, a la hora
de almuerzo, cuando llegamos al trabajo, cuando terminamos una
reunión, una tarea, cuando nos subimos al avión, cuando esperamos a
un amigo en el café o cuando él revisa sus correos. La
disponibilidad se fracciona en muchos micromomentos y en ellos
tratamos de ver qué sucede en el mundo, como si lo que pasa en el
del reloj fuese una de las tantas realidades en las que vivimos.
Prendemos las pantallas y, como si se trataran de diferentes
reuniones, revisamos nuestras redes sociales, los emails, vemos
videos, la televisión, leemos el diario, escuchamos música o la
radio, hacemos tareas, traducimos palabras extrañas o somos guiados
para llegar a algún lado.
La
tecnología nos permite aprovechar las migas de tiempo y en ella
buscamos los bits de información que necesitamos para vivir. En esta
compleja situación, las marcas necesitan seguir haciendo su trabajo:
destacar, atraer, vender y vincular. En el mundo de hoy, esto se hace
a través de los contenidos.
La
gestión de contenidos es tan antiguo como el hombre. Al principio
era propiedad de los artistas, los políticos y las religiones.
Grandes historias se contaban desde antiguo, historias que
configuraron las formas de pensar y actuar de civilizaciones
completas. En el último siglo y con la aparición de los medios de
comunicación de masas, el poder de los discursos alcanzó escala
mundial. Con los avances tecnológicos y la caída de los grandes
ideologías, estos discursos globales y antagónicos dirigidos por
las superpotencias cedieron a discursos fragmentados, multitemáticos,
y flexibles ya no dominados por grandes intereses ni las grandes
marcas, sino por individuos que tuvieron la oportunidad de acceder a
mejor educación, recursos tecnológicos y económicos.
Las
marcas y los medios de comunicación tradicionales han llegado tarde
a la revolución de los contenidos. Los nuevos consumidores, los
medios y formatos, los dispositivos móviles y los medios de
producción al alcance de las personas (todos tenemos ideas, cámaras,
programas de edición, acceso a música, etc) han remecido el
ambiente publicitario. Espacios como The Onion en Estados Unidos, Los
Jetas, Enchufe TV, Soy Germán en latinoamérica y, en nuestro país,
Los Cinéfilos, PerúFail, WTF, entre otros, están aprovechando los
intersticios de tiempo que nos permite la acalorada vida de hoy.
CASO: Enchufe TV
CASO: Enchufe TV
El
Show “Soy Germán” genera más de dos a tres millones de vistas
por video (algunos alcanzan más de 10 millones), tiene más de 5
millones de seguidores en su FanPage y cada post genera más de 100
mil likes y más de 30 mil shares. El Canal de TV en internet
“Enchufe TV”, tiene más de 500 mil visitas diarias. Números
sorprendentes, si consideramos que el primero es un programa chileno
y el segundo es ecuatoriano.
¿Y
las marcas? Algunas pocas se pueden destacar: Heineken, Red Bull y
Coca Cola.
¿En Perú?... (silencio)
Grandes
desafíos tienen por delante las marcas y los marketeros, los
publicistas y directores audiovisuales, quienes están siendo puesto
a prueba ya no por la competencia, los colegas ni sus jefes, sino por
personas talentosas que generan contenidos con presupuestos que son
una fracción de los costos de producción de los comerciales de TV
que hoy vemos pauteados en las tandas de la televisión abierta.
Ya no
se trata de competir, sino de sobrevivir. Hay que salirse de la zona
de confort de las añejas fórmulas del marketing y publicidad.
Existe una realidad que no vemos en la tele ni los diarios. Fluye en
la red con gente de carne y hueso que engancha con las nuevas
generaciones y a quienes no les importan los premios publicitarios ni
los reconocimeintos del gremio.
Aprendamos
de ellos.
1 comentario:
Tienes toda la razón, existe un atraso. Esperemos que se pueda todavía revertir en algo la situación.
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