Apatía hacia la realidad, el escándalo como diversión y la destrucción como plataforma discursiva son las características del escenario político en estas elecciones municipales y regionales en Perú.
En una sociedad en la que el darwinismo social prima y los mecanismos civilizatorios fracasan (los poderes del Estado, el sistema educacional, y las garantías básicas como la seguridad, el orden, la transparencia y la salud), cada ciudadano hace su mejor esfuerzo por sobrevivir y perpetuar su existencia a costa de otros, utilizando los mecanismos de adaptación, competencia y cooperación como mejor convenga. El altruismo social queda destinado, a veces, a casos personales y, otros, a no agregados (iglesias cristianas, colectivos de universitarios e iniciativas de los empleados de algunas empresas, por ejemplo, que fluyen en un universo paralelo). La visión de corto plazo, no solo por la angustia de la existencia presente, sino por la falta de capacidad de poder planificar el futuro, hace que las personas se enfoquen en lo importante sólo cuando se convierte en urgente u obligatorio.
En una elección, la falta de tiempo y la coacción por una multa nublan la razón, las decisiones son tomadas más por cumplimiento que por responsabilidad. No hay tiempo para informarse, ni capacidad intelectual para comprender el alcance de las propuestas y, en los casos donde sí existe, la decepción cunde por la mediocridad de la oferta. La apatía a la política proviene del fracaso del sistema como validador de mejoras reales: sin ideas, se construyen puentes y carreteras llamadas al desastre en dos años; sin colaboradores competentes, se producen procesos de implementación fallidos; sin servidores públicos orientados al objetivo y no a la tarea, la implementación de políticas tiende al caos. El darwinismo en una estabilidad macro aparente (sobre esto último, basta leer las advertencias de Aldo Mariátegui que, a diario, vocea a gritos en su estilo tan incómodo para unos), es el gran validador de la "forma de hacer las cosas".
Ante la apatía, que vengan el chiste, la vedette, el reality y el bailecito. Son los "Ice Bucket Challenge", de la choledad. El escándalo es el remedio: que venga la pregunta difícil con la cobertura al escándalo (como es lo que suele hacer Beto Ortiz, con su agudo olfato al miedo y a la sangre y su no menos aguda sensibilidad al showbiz), que vengan los destapes de los programas del domingo y las portadas de los periódicos serios y los de broma. Porque en vez de tener portadas que descubran la incapacidad de un candidato por sus incongruencias o malas propuestas, se busca descalificarlos con antecedentes de segunda clase. Qué lejos se ve un titular que rezara: "Luis Castañeda fue incapaz de sostener el debate de sus obras con el Ingeniero xxxx" o "Susana Villarán presenta un plan basado en paradigmas del pasado" o, "¿Es posible trasladar el éxito de una gestión Municipal distrital a la de Lima?. Destruir es un deporte nacional y construir sólo algo de empresarios y emprendedores. Votar por el menos malo, según la opinión de una sociedad analfabeta en lo político, desnutrida en lo económico y desvalida en lo social, es una de las consecuencias de la forma en la que esta misma produce su información, la consume, la comenta y, en consecuencia, se comporta.
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