Hace unos días visité Santiago y me reuní en el Bar Liguria con
dos chicos que habían trabajado en la agencia de publicidad de la cual soy
socio aquí, en Perú. Dos chicos talentosos, inquietos, que habían experimentado
la forma de pensar y actuar del peruano. Es
que allá las cosas que se piensan se hacen, me comentaron. ¿Y cómo es aquí?, pregunté intuyendo la
respuesta. Es inmediatista, es comercial,
es del resultado de corto plazo, me dijeron y continuaron, es como si el mundo se fuera a acabar mañana
y quisieran explotar el presente al máximo, no nos dejan proponer ideas
grandes, crear cosas como las que hicimos allá.
Las suyas eran las inquietudes de toda una generación, las mismas que unen a los jóvenes en
todo el mundo: el propósito social, la necesidad de contribución, viajar y
conocer, progresar en lo que les gusta. Me comentaron que sentían que en el Perú
era posible un nivel de realización real, los empresarios, los políticos, la
gente, sus amigos, todos, estaban dispuestos hacer al país un mejor lugar para
vivir. ¿Y aquí?, les pregunté. Aquí está todo mal, hay excepciones, pero en
general todo está arreglado, me comentaron.
Pero siempre hay oportunidades, retruqué, miren a Eduardo Novión y su película, les dije haciendo referencia al sueño de mi amigo de llevar la vida de Lautaro a Hollywood. Sí, es cierto, pero el chileno está como achatado, me respondieron. Era cierto, desde hace un buen tiempo a la fecha la economía viene decayendo, las instituciones se han desprestigiado, el estado de ánimo deprimido y nadie sabe muy bien en quién creer. Los escuchaba en silencio, les encontraba razón en parte, pero había algo que no me cuadraba y me di cuenta que estos chicos no experimentaron el Chile de los noventa; les hablé de esos años, de aquella larga década de optimismo cuando la gente se atrevió hacer tantas cosas, donde nació el bar donde ahora estábamos tomándonos las Kuntsmann que salieron de Valdivia esa década a conquistar Chile, donde The Clinic dio a luz reaccionando a un hecho político sin precedentes revolucionando la prensa, donde la banda Los Tres rescataron la música folklórica y la reconvirtieron en música popular.
Italo y Santana habían experimentado eso en el Perú, el estado de ánimo que
yo viví en los noventa en Chile. Les hablé de aquello, de los logros, que las
cosas eran posible realizarlas en la medida que uno se lo propusiera y
estuviera dispuesto a tomar riesgos. Italo y Santana tenían cientos de ideas,
esa noche me comentaron una que encontré brillante, que si la impulsaran aquí,
en Perú, sería una noticia, no solo en términos sociales sino también a nivel comercial. En ese momento me
sentí afortunado. Estaba experimentando por partida doble el
optimismo de los noventa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario