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viernes, 17 de noviembre de 2017

El Sueño Peruano

¿Cuál es el sueño peruano? ¿Existe? ¿Existe alguna motivación que caracterice a quienes habitan estas tierras para vivir aquí y ser felices, como hace un siglo existía la idea del sueño americano y que hoy es parte de la cultura de Estados Unidos? 

Estuve investigando si existía algún documento oficial, comenzando por al Constitución del Perú, no encontré nada muy inspirador que motive a alguien a quedarse aquí, ni una palabra clave como lo es "Libertad" en la de Estados Unidos o "Igualdad" en la francesa. Sí hay múltiples declaraciones de personas que tienen un sueño para el país, personas de la calle, empresarios e intelectuales, pero nada que uno diga estamos de acuerdo, así es la "peruvian way of life".

Definir el sueño peruano es importante, un sueño oficial, porque sirve de punto de apoyo, porque podría ser el kilómetro cero que oriente a los ciudadanos y sus gobernantes en momentos de crisis, de pegamento social, una marca de identidad y un catalizador a la hora de revisar los fundamentos que movilizan al país.

Después del júbilo desatado por el triunfo que permitió a la Selección de Fútbol clasificarse para el Mundial, me pregunté qué une a todos en esta alegría enorme. Es evidente que es mucho más que el triunfo y su significado futbolero, es la destrucción del dique que representaba a los complejos y las taras de la sociedad. Quizás sea una reivindicación por el maltrato que el destino nos ha dado ¿Una excusa para celebrar? Es posible que muchos se hayan proyectado en una épica participación en Rusia, o, quizás, solo sea la felicidad que regala la sensación de ganar, de lograr algo importante. Quizás sea hora de comenzar a hablar del presente y dejar de depender del pasado, del mítico pasado en blanco y negro. Quizás sea la expresión de la necesidad de dejar de mirar hacia atrás y hacerlo hacia delante, de hacerlo en colores, en formato digital. La clasificación expresa no solo el triunfo en el fútbol, que es un enorme shock emocional, sino en un nuevo territorio, el territorio de la alta competencia, que, al igual que la comida y su proceso de revalorización (con la diferencia que el primero ofrece una pasión intensa y la segunda el placer pausado de las sensaciones) y la macro estabilidad que ha permitido proyectarnos a nivel mundial a través de la promoción del turismo y de la marca país, nos regala una autentica razón, un motivo profundo de orgullo. Y es que la comida no es suficiente por sí sola, Machu Picchu, las Líneas de Nazca o el fútbol tampoco ¿La verdad? Se necesitan muchos relatos para que el inconsciente colectivo de un país cambie.

El pasado siempre ha sido un lastre en el ánimo peruano. Lo pasado era mejor que el presente. Los recuerdos se basaban en las concepciones míticas de las culturas precolombinas, de generaciones brillantes de artistas y deportistas, de uno que otro caudillo que hizo algo por la país. Pero ahora, ya con más de veinte años de paz interna y diecisiete en democracia las generaciones jóvenes no tienen motivo para quedarse quietas. Hoy el sueño peruano puede hablar del futuro y del presente, del presente continuo que es el futuro que se logra sufriendo. Nada más en las antípodas de Perú que Alemania, cuya cultura no se permite la incertidumbre ni la acción de la providencia. Perú es esfuerzo, logro, despelote, talento, esperanza y sufrimiento. El sufrimiento es un enorme activo de la cultura peruana que debería ser parte de esta energía que mueve a futuro. Así como el uruguayo triunfa con garra, el peruano triunfa sufriendo.

Quizás sea por eso que cuando se triunfa, la explosión de alegría es tan fuerte que es capaz de activar los sismógrafos del todo el mundo.

El fracaso sufriente (si así se le puede llamar) no está en la “mindset” de las generaciones nuevas, como sí en las antiguas, ellas escuchan a los viejos y nos miran con una especie de complacencia nostálgica. ¿El pasado ejemplar los moviliza? Apuesto mi casa que no. Los casos de los miles de emprendedores que han logrado movilidad social se basan en historias de triunfos sufrientes, de éxito, de relatos heroicos, de mirar al futuro, de la motivación de un futuro mejor, triunfos que se han logrado poco a poco, siguiendo el largo camino de un país mal diseñado (desde las leyes y la burocracia hasta las ciudades, sus sistemas viales o las currículas universitarias) y que están llamados a cambiar.

Como su hermana, la esperanza acompaña al sufrimiento en este camino del triunfo (hoy) posible. Si el sufrimiento puede paralizar en momentos críticos, la esperanza abre un camino para seguir adelante. El triunfo entendido como el bienestar o el progreso, el logro específico o la felicidad eterna, se sustenta en un camino, un camino sufriente y esperanzado. El nutriente que le otorga la lágrima y el morado del Señor de los Milagros.

Regresando a la idea que me impulsó a escribir este texto, cito al historiador James Truslow Adams y la definición que hizo del sueño americano, por los años treinta del siglo pasado: (en Estados Unidos) “La vida debería ser mejor y más rica y llena para todas las personas, con una oportunidad para todo el mundo según su habilidad o su trabajo, independientemente de su clase social o las circunstancias en la que nace.”

Perú no es Estados Unidos, ni mucho menos. Tampoco Alemania, ni Argentina o Brasil. Unos tiene el sello de la excelencia de la planificación y el trabajo, otros de la grandeza de los ideales que pretenden exportar, otros de sus héroes o de sus ansias de ser potencia. Perú y el peruano viven en una dimensión diferente, en una dimensión absolutamente humana, de la prueba y el error, de la esperanza y del sufrimiento, del pasado heroico y, ahora, del futuro grandioso y posible. El sueño peruano puede ser el sueño humano, del potencial demostrado, de la épica ganadora y perdedora escrita en libros, de la resiliencia y el objetivo cumplido.

El sueño peruano podría comenzar como aquel que impulsa a cualquier persona, sin distingo alguno, a querer llegar lejos, en medio de oportunidades, en medio de gente buena, trabajadora y talentosa, de vivir en una sociedad solidaria y generosa, una sociedad que le gusta hacer las cosas bien para vivir bien. 

De hecho, comencemos diciendo que vivir bien es celebrar el triunfo de una selección de fútbol competitiva, en medio de la familia y los amigos, disfrutando la mejor comida del mundo.




Nota: Sería importante que un redactor o escritor profesional escriba la próxima entrada, la introducción a la Constitución, para que cuando un niño la lea, en su clase de Educación Cívica, sepa que éste es un país maravilloso y con un propósito para que todos y cada uno encuentren la felicidad.

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