El liderazgo es parte fundamental en la gestión de cualquier tipo de organización, desde el estado, pasando por una empresa, hasta una familia. Este se hace más evidente en momentos de mayor tensión: por ejemplo, en un viaje familiar; en una empresa, cuando se debe resolver un problema; en política, cuando se deben alinear actores o, en el estado, cuando la burocracia debe funcionar para dar resultados.
Un líder se destaca por:
- Representar la visión de su organización.
- Orientarse a los resultados por medio de una estrategia.
- Aplicar un framework para medir el progreso.
- Ser un modelo de comportamiento para la cultura organizacional.
Pensemos en un servidor público que ostenta una posición directiva y de poder, ¿podríamos afirmar que se guía por estos principios rectores? (no te rías).
Existen 04 marcos de liderazgo:
- Marco estructural: en el cual el líder es un arquitecto social y busca el alineamiento general.
- Marco simbólico: donde el líder inspira y dirige desarrollando rituales y ceremonias.
- Marco político: en el cual el líder gestiona las relaciones de poder entre los grupos de interés de la organización.
- Marco de recursos humanos: en el que impulsa el sentido y los comportamientos de una familia extendida.
El líder debe equilibrar los cuatro marcos. Por ejemplo, si el equipo o la organización están desordenados, debe aplicar métodos estructurales, pero si no ve compromiso real, implementar el humano; en el caso que querer gestionar comportamientos puede aplicar el simbólico y si quiere lograr un extra esfuerzo o recursos usar el político.
El problema aparece cuando el líder se convierte en víctima de sus sesgos. Lo curioso es que, con el acceso al conocimiento y a la información, muchos líderes conocen sobre este tema y se hacen inmunes, cayendo en sus trampas creyendo que las están sorteando.
Aquí una lista. Si encuentras algún sesgo que reconozcas en ti o en un jefe, anótalo mentalmente.
- Sesgo positivo: bloquea información que amenace una situación positiva.
- Ilusión de control: creer que se tiene más control que el real.
- Compromiso ascendente: refuerzo de un curso de acción por los dos anteriores.
- Sesgo de confirmación: búsqueda de información que confirme hipótesis o juicio.
- Omisión: omitir evidencia que entorpece una opinión o curso de acción.
- Prominencia: ignorar información menos destacada y privilegiar la más destacada.
- Sesgo de acción: actuar por actuar, a veces es mejor no hacerlo.
- Anclaje: aferrarse a decisiones emocionalmente preferidas.
- Heurística: tomo atajos para llegar a las opciones preferidas, minimizando los riesgos.
- Efecto halo: concluir por impresión inicial y no reflexión completa.
- Estereotipación: conclusiones según representación, no por información o evidencia.
Estos sesgos pueden amplificarse cuando las cosas van bien, cuando los resultados acompañan a la gestión, e impiden mirar las consecuencias de seguir de la misma forma. Basta observar el comportamiento de organizaciones que insisten en sus modus operandi sin considerar otros factores. Por ejemplo, lo que le sucedió a la industria de los medios de comunicación masiva con la irrupción digital; la gestión de los partidos políticos que ha impulsado su fragmentación con la consecuente irrelevancia política y social.
Es importante distinguir los sesgos de las falacias lógicas. Aquí solo 3 que explican muchas de las decisiones y comportamiento de algunos líderes.
- Falacia del costo hundido: si ya se hizo la inversión sigamos para adelante, aunque el proyecto no sea viable.
- Falacia de la planificación: no considerar el tiempo como una variable clave de cumplimiento (el atrasarse o posponer crónicamente algo, por diferentes motivos que “suenan” válidos).
- Falacia del jugador: creer que, porque un algo sucedió no volverá a suceder y se toma la decisión considerando que a futuro no se volverá a repetir.
Te invito a hacer tu propia lista y de los líderes que conozcas que se rijan por el pensamiento mágico de “no va a pasar, nunca ha pasado”, “voy a optar por tal persona porque es de buen apellido”, “no hagas caso, vamos bien”, “¿viste?, te lo dije, aquí sale que tengo la razón”, etc.
También será divertido elucubrar algunas afirmaciones de las falacias: “Sigamos gastando plata, total no es nuestra y mejor que nos vean trabajando”, “pasemos este proyecto para más adelante, que salió otra prioridad”, “ya le pasó a Pepito, no creo que tengamos tanta mala suerte que nos vaya a pasar a nosotros”.
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