Hace un par de semanas un noticiero digital destapó una noticia que tiene al gobierno entre las cuerdas. La presidenta usaba relojes de lujo marca Rolex en sus actividades oficiales, relojes que con su sueldo no podría haber costeado. Tampoco estaban consignados en su declaración jurada. Hoy se presume un desbalance patrimonial de proporciones, lo que no sería extraño en un país donde los políticos acceden a puestos de poder para exprimir al Estado a su favor más que para trabajar para aquellos que votaron por ellos. Los relojes Rolex solo fueron la punta de una madeja que promete mucho más.
El poder es como el dinero, está con quien mejor sabe ganarlo y mantenerlo. En otra columna planteé que el verdadero poder es aquel que no se nota. Las grandes familias, los líderes más importantes, las iglesias y credos, las marcas y empresas más relevantes generan una atracción invisible que nos hace creer y comportarnos como si tuviésemos el control de nuestros actos. Elegimos admirar y seguir a Elon Musk o Steve Jobs, a Apple o Netflix, a la iglesia que profesamos fe, a Einstein o Grau, a Churchill o a San Martín, a Facebook o TikTok, a Sublime o a IncaKola, a Rolex o Prada. Sin embargo, ellos ejercen un enorme poder en nosotros. Basta ver con qué gaseosa se come chifa, cuál es la aplicación que más usamos en el teléfono, o… con qué marca de reloj muchos quieren lucir su status.
La política es la disciplina que articula y dinamiza el poder en la polis. El político es el actor que lo usa para decidir sobre las personas e instituciones que conforman un país o sus partes. Un buen político es aquel que sabe gestionarlo a favor de los ciudadanos y si quiere permanecer cerca de él, debe ser prudente y cuidadoso en su ejercicio.
Dijimos que el verdadero poder es el que no se nota. El verdadero político es que lo ejerce sin que se note. El poder como el dinero requieren de personas preparadas para mantenerlos cerca porque ambos, el dinero y el poder, son criaturas exigentes y escurridizas, criaturas deseadas por muchos.
La tentación del poder es la trampa en la que caen todos aquellos que se encuentran con él sin estar preparados:
- “Mira, soy poderosa, soy la presidente de la república y visito al Papa”
- “Mira, recibí una herencia de un tío millonario que no conocía y me voy a cambiar de barrio”
- “Mira, le di con el palo al gato y me he convertido en un emprendedor exitoso y reconocido”
- “Mira, me ascendieron a gerente general de esta empresa y me codeo con los dueños”
- “Mira, soy un gran escritor, gané un premio y salgo en el diario”
- “Mira, soy un gran futbolista, me contrataron en un club famoso y todos me piden autógrafos”
- “Mira, me ofrecieron distribuir droga, no sufro penurias económicas y manejo un auto deportivo”
Todos son casos en los que uno se encuentra con un status diferente que incluye una nueva posición de poder.
“Ser y parecer” es un mantra arraigado cuando se trata de llevar bien puesto un status. Pero esta ecuación que busca igualar ambas variables debe ser analizada con cuidado ¿Cuándo debo parecer a lo que considero que soy?, pregunta clave en el caso de los novatos en el poder.
La presidenta sucumbió a la marca Rolex, como Gollum al Anillo, a su poder atractivo y tentador, símbolo de riqueza que no podía justificar con su historia y méritos formales.
La tentación del poder es exhibirlo explícitamente, mostrar el nuevo status diferenciándose del resto de forma notoria, sorpresiva y sospechosa. Los novatos, aquellos que no saben lidiar con él caen en la trampa. Los curtidos prefieren ser prudentes.
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